Salud y Bienestar

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MI MÉDICO Y YO

La Organización Mundial de la Salud define a la salud como «el estado de completo bienestar físico, psíquico y social y no sólo ausencia de enfermedad«. Esta definición afirma que la salud es un estado de equilibrio en el existen solo dos formas posibles:

  • La salud: un estado asociado al placer y al bienestar que se busca sostener y nunca perder.
  • La enfermedad: un estado asociado al malestar y al dolor que hay que evitar y revertir lo antes posible.

Sin embargo, sentirse bien no es necesariamente un indicador de salud. Muchas cosas que nos hacen sentirnos bien en realidad nos pueden perjudicar (un uso problemático de sustancias, por ejemplo), así como también existen cosas saludables que no traen aparejadas ningún bienestar ni placer (tomar el tratamiento antirretroviral). Es inherente a la condición humana que haya cierto malestar, es necesario para mantener el movimiento de la vida.

La salud y enfermedad no son una serie de estados intercambiables sino un continuo que fluye, un proceso de múltiples causas en tanto los seres humanos somos más que nuestra biología: estamos determinados por nuestra mente, nuestro ambiente, nuestra familia, nuestra cultura, nuestra sociedad y nuestra historia. Todas estas están entrelazadas y se transforman constantemente.

Ahora bien, pese a los continuos cambios en la concepción de la salud y la enfermedad, en la práctica sigue predominando el modelo biomédico que concede mayor relevancia a lo que sucede en el cuerpo. Este modelo, sin embargo, ha entrado en crisis, a partir de la crítica de su deshumanización de las personas (olvidando el sufrimiento al enfocarse en las enfermedades y los síntomas) y su racionalidad exclusivamente técnico-instrumental (diagnosticar y tratar).

La Salud y el VIH

La atención en VIH está determinada, en gran parte, por el tratamiento antirretroviral. Sin embargo, tu salud es mucho más que tu valor de carga viral.

Estar sano no empieza ni termina por estar indetectable, así como la infectología será una parte fundamental de tu atención clínica pero no toda. Habrá momentos en los que estar indetectable sea una prioridad en tu vida como otros en los que el tratamiento pase a un segundo plano y lo más importante sea tu situación emocional o incluso socioeconómica. Somos mucho más que un virus.

Hay personas que ni siquiera consideran al VIH una enfermedad, ya que tener VIH no implica estar enfermo sino tener la predisposición para poder enfermar. No es sino hasta que el sistema inmunológico se debilita que se pueden adquirir enfermedades oportunistas. Pero podés tener VIH y nunca alcanzar la etapa SIDA así cómo podés llegar a ese estado y salir gracias al tratamiento antirretroviral, que le permitirá a tu cuerpo recuperarse controlando al virus presente.

Sin embargo, hablar de VIH no implica solo hablar sobre el cuerpo, por el simple hecho de tener VIH nos enfrentamos la discriminación por el estigma de vivir con VIH. Si por vivir con el virus recibimos un peor trato por la parte de la sociedad, entonces podemos decir que el VIH no es solo una enfermedad, sino una pandemia social. Incluso, podemos preguntar si cuando finalmente logremos eliminar el virus de nuestros cuerpos, ¿el estigma también desaparecerá?

Hoy en día, muchos profesionales de salud señalan que gracias a los avances tecnológicos en materia de prevención y tratamiento el VIH se ha transformado en una enfermedad crónica más, que como la diabetes solo debe controlarse.

No obstante, esto puede resultar una verdad a medias, ya que si bien ha habido mejoras sustanciales en la calidad de vida de las personas con VIH en los últimos años, estas no alcanzan a todas las personas por igual: existen grupos de personas que por sus características particulares se ven excluidas del sistema de salud y disminuida su habilidad para manejar sus dolencias y llevar una buena calidad de vida. Algunas de estas poblaciones clave son:

  • Jóvenes y Adolescentes (especialmente les que han nacido con el virus);
  • Adultos mayores;
  • Población LGBTIQA+;
  • Mujeres;
  • Migrantes;
  • Afrodescendientes;
  • Comunidades aborígenes;
  • Personas con discapacidades;
  • Usuaries de sustancias;
  • Personas en situación de vulnerabilidad socioeconómica o en situación de calle;
  • Personas privadas de su libertad;
  • Personas viviendo en zonas rurales;

Terminar con la epidemia del VIH requiere abordar los determinantes sociales a la salud que generan barreras en el acceso a la atención y el cuidado.

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