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La palabra viene del griego ‘stigma‘, un término usado para referirse a una marca corporal hecha con hierro caliente, tanto como castigo como signo de esclavitud. De esta forma, el resto de la población podía apartarse de estas personas para evitar cualquier tipo de contaminación o daño.
Al estigma se lo puede definir como un proceso mediante el cual a una persona, o grupo de personas, se les atribuye una característica que las desprestigia a los ojos de lxs demás.
Las características atribuidas a quien es objeto de estigma pueden ser numerosas y arbitrarias, pero siempre permiten identificar, y reprobar, a la persona que se separa de la norma social.
El estigma asociado al VIH, y difundido en buena medida por los medios de comunicación desde el inicio de la epidemia, descansa sobre las desigualdades sociales y los estigmas previos: ligados al género, la etnia, la sexualidad, la nacionalidad y, en general, a diversos comportamientos censurados en diferentes culturas.
Así, el VIH se ha construido socialmente como una enfermedad moral vinculada a prácticas ilícitas (uso de sustancias por vía intravenosa) y comportamientos sexuales ‘desviados’ (homosexualidad, bisexualidad, transexualidad, prostitución o promiscuidad).
El estigma puede provocar insultos, amenazas, violencia, burlas, rechazo, rumores y cotilleos y la exclusión social de las personas con el VIH. El miedo a que esto ocurra puede llevar a que se sientan ansiosas cuando se plantean contar a alguien que tienen el VIH, o a evitar el contacto social. Pueden acabar sufriendo en silencio en lugar de conseguir la ayuda que necesitan.
También, puede conducirnos a las personas con el VIH a aceptar lo que lxs demás dicen sobre el virus. Por ejemplo, podemos llegar a creer que es cierto que es una sentencia de muerte o que la mayoría de nosotrxs somos inmorales o irresponsables por haber recibido el diagnóstico. Para estos casos, se utiliza el término “identidad deteriorada” para referirse a las consecuencias que el estigma tiene sobre el modo en que la persona estigmatizada se percibe a sí misma.
El estigma se suele asociar a cosas que la gente teme. Desde la aparición de los primeros casos de SIDA a comienzos de la década de los ochenta (del pasado siglo), las personas con el VIH han sido estigmatizadas. Esto se produjo por distintas razones:
- El VIH es una condición que podría producir un riesgo vital. Existen otros ejemplos de enfermedades estigmatizadas, como la tuberculosis, las hepatitis víricas o el cáncer;
- La población que no entiende cómo se transmite el VIH puede tener miedo de contraerlo en sus interacciones sociales;
- Hay gente con opiniones rígidas sobre los comportamientos sexuales. Piensan que el sexo está mal en determinadas situaciones o que hay personas que no deberían comportarse de tal o cual manera;
- Lo que la población piensa sobre el VIH se ve afectado por su percepción de los grupos sociales más afectados por el virus. Algunas personas tienen sentimientos negativos hacia las mujeres, los varones que tienen sexo con otros varones, las personas transexuales, inmigrantes, las personas negras y las personas usuarias de sustancias, trabajadores sexuales, entre otros;
- El estigma hace que la población no sea tratada con dignidad y respeto y que se vulneren sus derechos humanos;
- Si bien existe información sobre lo que hace al VIH y cómo se transmite y se previene, poco se sabe sobre qué pasa después del diagnóstico y cómo es vivir con VIH.
En definitiva, el miedo y la ignorancia acerca de la enfermedad y los modos de transmisión del virus, o los prejuicios y tabúes en torno a la sexualidad y los hábitos de vida de aquellas personas que son percibidas como diferentes e inferiores, son algunos de los mimbres con que se entretejen el estigma y la discriminación alrededor del VIH.

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