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Se llama hepatitis a una inflamación del hígado que puede ser causada por sustancias tóxicas, medicamentos, autoinmunidad o por agentes infecciosos.
Dentro de las infecciosas se encuentran las hepatitis virales, que son producidas por los virus llamados A, B, C, D y E. Si bien todas son importantes, desde el punto de vista epidemiológico las tres primeras son las más considerables. Otros virus como el citomegalovirus y el de Ebstein Barr (que provoca la mononucleosis infecciosa) pueden generar cuadros de hepatitis. Aunque estos virus no están relacionados entre sí y se transmiten de diferente manera, tienen algunas características en común:
- La mayoría de las veces no producen síntomas y la enfermedad pasa inadvertida, por lo que sólo se la puede diagnosticar mediante análisis de sangre.
- En los pocos casos que producen síntomas, se tratan de dolores musculares, náuseas, vómitos, fatiga, malestar general e ictericia (color amarillento de la piel y las conjuntivas) y orina oscura.
El tratamiento para las hepatitis virales en la etapa aguda indica el reposo, suspender las sustancias tóxicas, fundamentalmente las bebidas alcohólicas, y realizar los controles médicos. Como los virus no tienen relación entre sí, una misma persona puede tener uno o varios tipos de hepatitis. Por eso es muy importante estar atentos a todas ellas.
¿QUÉ DIFERENCIAS HAY ENTRE LAS DISTINTAS HEPATITIS
Hepatitis A
Es la más frecuente de las hepatitis. Se da más habitualmente en niños y casi siempre (en más del 80% de los casos) es asintomática. En cambio, en los adultos es común que produzca algunos signos y síntomas. Con muy bajo nivel de frecuencia, puede derivar en una hepatitis fulminante.
Se transmite por vía fecal/oral, en lugares donde falta agua potable y/o cloacas, o cuando la falta de higiene favorece la contaminación del agua y de la comida. No produce una infección persistente y, en la mayoría de los casos, se cura. En los adultos puede ser grave, sobre todo si se está infectado con otra hepatitis.
Existe una vacuna segura y muy eficaz que, en el caso de las personas que viven con VIH, debe administrarse en dos dosis separadas por 6 a 12 meses. Es importante que sepas que esta forma de administración es distinta a la prevista por el calendario nacional de vacunación, que indica una sola dosis al año de vida. Es conveniente que aquellas personas infectadas con el VIH se vacunen contra la hepatitis A.
Hepatitis B
Este tipo de hepatitis es mucho más transmisible que el VIH y, si bien comparte con él algunas de las vías de transmisión (la sexual, la sanguínea y la transplacentaria al bebé durante el embarazo), la hepatitis B también se transmite por vía oral (a través de la saliva). A diferencia del VIH, todas las secreciones de una persona infectada pueden ser fuente de transmisión.
Como característica propia tiene la capacidad de producir una infección persistente (una hepatitis crónica) y, después de muchos años de actuar, el virus puede llevar al hígado a la cirrosis, la insuficienia hepática y, más raramente, puede producir un hepatoma (tumor de hígado). Esta situación ocurre con mayor frecuencia en las personas que también están infectadas por el VIH. Existe una vacuna segura y muy eficaz que protege a quienes no han contraído el virus de la hepatitis B (VHB) y que está disponible en forma gratuita en todos los hospitales. Consultá con tu médico cómo conseguirla. Se deben administrar tres dosis: las dos primeras separadas por un mes de intervalo y la tercera a los seis meses de la primera. Se aplica en el músculo deltoides del brazo y su duración aproximada es de 10 años. Es conveniente que aquellas personas que no hayan tenido hepatitis B se vacunen.
Por su parte, quienes tienen hepatitis B crónica (de más de 6 meses de evolución) disponen de un tratamiento muy eficaz que logra controlar la infección por este virus. Consultalo con tu médico/a.
Hepatitis C
La presencia del virus de la hepatitis C –que se transmite básicamente a través de la sangre– está asociada al uso de drogas intravenosas y transfusiones. La transmisión materno-fetal y la sexual son poco frecuentes, excepto en aquellas personas infectadas por el VIH; ya que, como sucede con la hepatitis B, comparte algunas vías de transmisión con el VIH. Por eso es conveniente que las personas que viven con el virus realicen los estudios para detectar estas enfermedades.
Cuando es diagnosticada, los médicos recomiendan descanso, una nutrición adecuada, líquidos y medicamentos antivirales específicos. El tratamiento de la hepatitis C crónica ha mejorado paulatinamente en cuanto a eficacia y disminución de efectos adversos asociados.
En los últimos tres años aparecieron —y seguirán apareciendo— una gran cantidad de opciones terapéuticas que permiten no solo una mayor efectividad, con tasas de curación de entre el 90 y el 100%, sino también tratamientos más cortos y con menos efectos adversos.
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