
*ALERTA DE SPOILER*
Un nuevo caso de ficciones que refuerzan el estigma hacia el VIH. En su última temporada presentan a un personaje con un diagnostico positivo para VIH que dos años más tarde le causa una repentina por Neumonía y Meningitis.
Entendemos que es una ficción pero las personas con VIH estamos cansadas de que nuestro retrato sea como diagnósticos terminales y armas biológicas. Especialmente en estos productos de moda dirigidos al público joven que van a tomarlo como referencia al pensar en lo que es este virus.
Estas representaciones no solo no reflejan nuestra realidad de ninguna forma sino que reproducen una idea estigmatizante sobre lo que constituye vivir con VIH y que aleja a la gente de acceder a servicios de salud como testeo y tratamiento.
Además, refuerzan el miedo y odio hacia el colectivo de personas viviendo con VIH y las expresiones de discriminación y violencia en nuestra contra. Si el arte imita a la vida, que la imite de verdad. Los mensajes de “SIDA=Muerte” terminaron en los 90’s.
El lenguaje y las imágenes crean realidad, por eso para RAJAP como organización es tan importante la forma en que nos referimos y tratamos el VIH. No es un chiste que pidamos usar ciertas palabras y no otras, ni cuando nos quejamos cuando contenidos como este nos parecen ofensivos. No somos quisquillosos ni insaciables. Es que cuando todas las personas que vemos en la tv y el cine con VIH o que se encuentran con un diagnóstico positivo terminan muertas o buscan «transmitir a otros con intenciones malignas» de telenovela, reducen nuestra existencia a esas asociaciones y niegan la posibilidad de que otra forma de vivir con VIH sea posible.
Esto no significa que al día de hoy, y con todas los beneficios sanitarios y científicos que tenemos, no haya gente que siga muriendo por causas asociadas al SIDA. El problema es que no es el VIH lo que nos está matando, sino las desigualdades sociales en el acceso a servicios básicos como la salud, la educación, la vivienda y el trabajo.
Es el propio estigma al VIH en intersección con otros lo que mata (por ser joven y «no tener las capacidades para tomar tus decisiones en la vida», por ser mujer, una identidad trans, no binaria o parte del colectivo LGTBIQ+; por ser migrante, por una condición socio-económica vulnerabilizada, por ejercer el trabajo sexual o ser usuarie de sustancias, entre otros). Así como todos los nuevas poblaciones que surgen a causa del virus mismo: les verticales (aquellas personas que nacieron con VIH, especialmente en los 80s y 90s), las personas que viven con el virus hace muchos años (y enfrentan nuevos desafíos, como la adherencia al tratamiento a largo plazo o a distintas co-morbilidades, producto tanto del VIH como de la vida misma) o les adultes mayores con VIH.
Si el VIH se ha ido convirtiendo en «una condición crónica más como la diabetes», ciertamente no es una verdad que aplique a todes por igual. Y eso ya es un problema social, nada tiene que ver con la biología.
El virus es siempre el mismo, las que cambian somos las personas en las cuales éste vive. Por eso es tan importante escuchar otras voces y experiencias en lo que concierne a quienes vivimos con VIH. Narrativas nuevas y reales, que construyan y contribuyan para un mundo nuevo y mejor, para que les centenials asocien al VIH con nuevas imágenes que ya no sean la muerte y que les impida cuidarse y testearse por miedo o les obligue a dejar su tratamiento contra el VIH porque creen que así ya no vale la pena vivir. Como nos pasó a todes les que vinimos antes.
Las personas con VIH no somos ni diablos ni martires. Morir y transmitir no es lo único que hacemos. Nuestras existencias no están marcadas por lo dramático, lo sucio y lo prohibido. Somos personas que sólo estamos cansadas y vulneradas de un mundo que nos pide mucho a cambio de muy poco.
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