«Nos Quieren Esterilizar» – Relato de una Madre Positiva

«Me agarraron sola, vulnerable. A punto de tener a mi bebé». Esta no es una película, es la historia de Magdalena Garassi. Ella tiene 29 años y vive en la Ciudad de Guaymallén, Mendoza. Sabe que vive con VIH desde el año 2012 y tiene 2 hijos (7 y 3 años).

«Me enteré de mi diagnóstico durante mi primer embarazo» y dice haber sido devastador para ella porque no sabía que creer, no se lo esperaba. «El médico de la obra social no se animaba a asistir el parto, tenía miedo y pedía un traje especial».

Su hijo nació sin el virus gracias al tratamiento, que evita la transmisión de madre a hijo. También conocida como transmisión vertical, esta puede darse durante 3 momentos de la maternidad: durante la gestación, en el parto y a través de la lactancia materna. Por este motivo, es común que se sugiere a las personas gestantes seropositivas que lleven adelante una cesárea en lugar de un parto normal (en tanto que el bebé se encontraría menos expuesto a fluídos con cantidad significativa de virus).

Llevando adelante un tratamiento de manera regular se consigue que la carga viral de las personas positivas (la presencia del virus en los fluidos como la sangre, el semen o los fluidos vaginales) alcance niveles indetectables, es decir a un número tan insignificante de virus que es imposible que genere en otra persona una transmisión. Así, una persona gestante puede tener parto vaginal regular, «pero a mi me detectaron el VIH tan avanzado el embarazo que tuve que ir a una cesárea» explicó Magdalena.

A pesar de estos grandes cambios en la vida de las personas VIH+, aún queda un largo camino que recorrer. Las personas gestantes son una de las poblaciones en donde esto es más explícito, en tanto que aún no se ha estudiado profundamente cuál es el impacto de la medicación en la transmisión por la la lactancia materna: «cuando mi familia, mis tíos, primos o amigos venían a verme, yo tenía que decir que no me salía leche», comentó Magdalena que, en este momento no le había dicho a nadie que tenía VIH y que, sin embargo, se enfrentaba a un mundo que esperaba verla tener un parto normal o dar la teta a su bebé como cualquier mamá.

«Me dieron una pastilla para inhibir la lactancia». La lactancia se encuentra desaconsejada en la mayoría de las directrices de los organismos internacionales para el occidente. En países donde la leche de fórmula no existe y el riesgo de infecciones por falta de agua potable es mayor que el de la presunta transmisión al bebé, la situación es distinta. Frente a dos potenciales riesgos para la vida del bebé, el VIH es el menor de dos males.

A lo largo de sus vidas, las mujeres son víctimas constantes de la violencia, independientemente de su estado serológico. Pero esta violencia no solo se circunscribe solamente a la violencia de género por parte de parejas o familiares, sino que también se extiende todas las esferas de sus vidas: encontrando también a diario manifestaciones de la violencia institucional y la violencia obstétrica. Si ya por el simple hecho de ser mujer podés verte vulnerada, tener VIH suele ser un causal para que esta se agrave aún más.

«Con mi segundo hijo, el médico del hospital me persuadió para realizarme la ligadura de trompas», profundizó. En las situaciones de mayor exposición y vulnerabilidad, como una consulta ginecológico u obstétrica, muchos son los profesionales de salud que aún buscan aterrorizar y mutilar a las mujeres y otras personas gestantes que buscan tener hijxs, alegando un beneficio tanta para la madre y bebé como para la salud pública. «Me agarraron sola, vulnerable. A punto de tener a mi bebé».

Incluso su infectóloga le explicó posteriormente que esto no era para nada necesario. «Como nos ven como algo malo, nos quieren esterilizar a todas las mujeres pobres y con VIH. Nos quieren esterilizar, como si fuésemos animales«.

Magdalena continuó explicando cómo incluso hay personas a quienes les practican estos procedimientos sin su consentimiento, despertándose de sus cirugías y sorprendiéndose con que también les ligaron las trompas «de paso» y «por las dudas». «Fue un dolor muy grande en mi vida», expresó.

La violencia es algo que atraviesa a todas las mujeres y aquellas que tienen VIH sufren el plus de estar insivibilizadas por el estigma y la discriminación, el miedo y la vergüenza. Son 40.000 las mujeres que viven con VIH en Argentina: «no es algo relacionado a la homosexualidad. Cualquiera puede tener el virus, nadie está exento», agregó. «No es algo que a lo que le deberíamos tener miedo, solo tenemos que tomar conciencia«.

Escuchá la entrevista completa aquí:

:#OndasVirales: Entrevista a Magdalena Garrasi sobre maternidad y VIH

Cortesía Marcapasos

Si vivís con VIH y sufriste violencia institucional u obstétrica, no dudes en contactarte con RAJAP a través de la sección de contacto.
#NoEstásSolx