Es de gran importancia cómo utilizamos las palabras cuando hablamos de VIH, especialmente para poder erradicar los estigmas asociados a este virus. A veces continuamos reproduciendo hábitos incorrectos en nuestro discurso cotidiano y cometemos errores comunes, como por ejemplo, decir: «tal es portador de Sida», en lugar de expresar adecuadamente: «es una persona que vive con VIH».
Auto nominarse como «positivos», como lo hacen los jóvenes de la Red de Jóvenes y Adolescentes Positivos (Rajap), y aludir a ellos de forma afirmativa, es una buena manera de fomentar la dignidad, el respeto y la no discriminación hacia quienes conviven con el virus.
Otro tanto sucede con el silencio, el tabú, el secreto, que pueden llegar a enfermar y hasta -en casos más graves- llevar a la muerte a un ser humano. Y se guarda algo en el placard por algo, y ese algo siempre es negativo porque se lo vive con vergüenza, miedo, grandes dudas y por eso se lo esconde; tal vez porque ser cero positivo se sigue asociando con lo sexual, con la intimidad de alguien y eso continúa generando morbo en gran parte de la sociedad. Aunque cuando uno siente que puede romper con eso que no quiere ocultar más y finalmente puede hablar es liberador, es una experiencia que da un viraje a la sanación. Porque hay un gasto psíquico muy elevado al tratar de mantener lo secreto: las personas ponen mucha energía allí, por eso habitualmente viven cansadas, angustiadas, ansiosas. Los estresores no son sin costos: se produce un empobrecimiento del yo, que además está escindido, es como si en un mismo ser conviviesen dos personas, el sujeto que es, el que siente y el que no puede mostrarse así.
En mi casuística con pacientes que viven con VIH lo común es escuchar preguntas, sobre todo, al conocer a alguien con quien podrían empezar una relación: «¿Cómo y cuándo le digo que tengo VIH?», «¿tengo que decirlo?». Los temores y los sentires que rodean a esos auto interrogantes al unísono dirigidos al terapeuta, es lo subyacente a revisar. Mi trabajo consiste en tratar de mitigar la angustia del paciente abordando un concepto de salud biopsicosocial y, en esa línea, siempre me aparto de la rigidez de la moral, priorizando el campo de la palabra.
Por Lic. Alejandro Viedma para La Nación
Lic. en Psicología de la UBA; miembro de Puerta Abierta, ONG que trabaja con personas LGBTIQ (lesbianas, gays, bisexuales, transs, intersex y queer)